En un atardecer increíble como todos los que África brinda, encaramada en lo más alto, el silencio se adueña del lugar y del alma. De espaldas a lo ajeno, a las risas que no compartes, te abstraes. Siento el latido de tu mano apoyada en la tierra. Tu posesión, lo único que te es dado por nacimiento y que sin embargo, te es quitado sin ningún derecho. Imagino valientes guerreros, comulgando con esa tierra, tomando los bienes que les ofrece sin dañar sus entrañas, respetando cada elemento que la nutre e integra.
Veo tu riqueza y en esa visión, a aquellos que la ansían sin respetar tu tierra y su esencia. Aquellos que hacen que esos guerreros se desplacen y queden arrinconados en un desierto, que su identidad de vida se pierda en una reserva, donde cada uno de sus derechos han de ser una petición.